El cerebro femenino

Comunicación, empatía, sensibilidad, gustos, aptitudes, sexo... son muchas las diferencias que nos separan y acercan al sexo masculino y se hallan en nuestra materia gris: el cerebro.

A menudo los hombres nos desesperan. No nos entienden, ni nosotras comprendemos qué les pasa por la cabeza a ellos. Tranquilas, muchos de nuestros comportamientos y sentimientos vienen determinados por nuestra biología y estructura cerebral. Hombres y mujeres tienen procesos neuronales y hormonales distintos que se transforman en esta guerra de sexos que, para qué engañarnos, es la salsa de la vida.

Los cerebros femeninos y masculinos son sistemas compatibles y afines, pero realizan y cumplen los mismos objetivos utilizando circuitos distintos.

Miles de años de evolución nos persiguen No podemos olvidar que en la prehistoria, el hombre cazaba y defendía al grupo y la mujer recogía alimentos cerca del hogar, preparaba comida y vestidos y cuidaba de los pequeños, de forma que la evolución natural fue seleccionando las aptitudes cerebrales más propicias para un reparto de roles que se ha ido repitiendo a lo largo de los siglos.

Biológicamente hablando, el cerebro femenino es hemisféricamente más equilibrado, mientras que los hombres tienen más desarrollado el hemisferio derecho más desarrollado en los hombres. ¿Y esto qué significa?
El resultado es que el hombre puntúa más alto en capacidad espacial, en memorización y detección de formas, en geometría, en el aprendizaje de laberintos, en la lectura de mapas, en apuntar y seguir objetos, en lanzamiento a una diana, en conocimientos geográficos, en agresividad, en composición musical, en ajedrez, en resolución de problemas matemáticos... Y la mujer en fluidez verbal, en tareas motoras finas, en la localización de objetos entre una serie de ellos, en cálculo, en sensibilidad, en la percepción de niveles bajos de estimulación de gusto, olfato, audición y tacto, en reconocimiento de caras familiares, en la expresión facial o el tono de voz... Y, sobretodo, en descifrar emociones ajenas, es decir, en la capacidad de empatizar.

Así, mientras el cerebro femenino empatiza, el masculino analiza, explora y sistematiza.

Seguramente ésta diferencia es la que mayores problemas supone a las parejas. Así que cuando no os sintáis escuchadas o comprendidas recordad: en las áreas del cerebro reservadas para el lenguaje y el oído, las mujeres tienen un 11% más de neuronas que los hombres. El eje principal de la formación de emociones y la memoria -el hipocampo- es también mayor en nosotras, igual que los circuitos cerebrales para el lenguaje y la observación de las emociones ajenas. Los hombres, en cambio, tienen dos veces y media más de espacio cerebral dedicado al impulso sexual, igual que centros cerebrales más desarrollados para la acción y la agresividad. ¿A que si?

Sin embargo, más del 90% del código genético de los hombres y las mujeres es exactamente el mismo.
Entre treinta mil genes que hay en el genoma humano, la variación de menos del 1% entre los sexos resulta pequeña. Pero esta diferencia influye en cualquier célula de nuestro cuerpo, desde los nervios que registran el sufrimiento y el placer, hasta las neuronas que transmiten las percepciones, pensamientos, sentimientos y emociones. De hecho, los cerebros femeninos y masculinos son sistemas compatibles y afines, pero realizan y cumplen los mismos objetivos
utilizando circuitos distintos.

Malditas hormonas.
Además, y para complicarlo aún más, el cerebro femenino está profundamente afectado por las hormonas. Su presencia se siente en cualquier etapa de la vida con unas características propias muy marcadas (infancia, adolescencia, maternidad y menopausia). A causa de estas fluctuaciones, la realidad neurológica de una mujer no es tan constante como la de un hombre. Sino que es cambiante y difícil de predecir.
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